Alcanzaron los dos minutos iniciales para saber cuál iba a ser la tendencia del primer tiempo. En esos 120 segundos, Yamal se le escurrió a Reinildo y envió un centro que de milagro no fue gol en contra de Josema Giménez, con un despeje que cayó en las manos de Juan Musso, el arquero argentino que tiene la oportunidad en la Copa del Rey y espera detrás de Oblak en la Liga. En la acción siguiente, Yamal le tiró un caño de taco a Giuliano Simeone. El juvenil de 17 años lideró la abrumadora superioridad futbolística de Barcelona en la primera etapa. Redujo al Atlético de Madrid a un ejercicio de resistencia, lo empujó a la impotencia.
Barcelona se fue al descanso con un 1-0 que fue corto si se lo mide por merecimientos. Tuvo el control del desarrollo y las mejores ocasiones. Yamal era imparable y alrededor suyo crecía el equipo en una sucesión de combinaciones vertiginosas. Barcelona jugaba a otra velocidad, con una precisión que desestabilizaba al Atlético. Se repetían las llegadas sobre el área local. El gol se veía venir, maduraba. Y para ser consecuente con lo que ocurría, surgió de la exquisita zurda de Yamal, que asistió con precisión quirúrgica a un Ferrán Torres, que entró en diagonal para definir con un toque sutil.
Barcelona se daba el lujo de tener en el banco a Robert Lewandowski (38 goles en la temporada), con la tranquilidad de que su sustituto también muestra un alto índice de eficacia. Ferrán Torres, con muchas menos presencias, suma 16 tantos, con un promedio de uno cada 78 minutos.
Al Atlético se le cortó la respiración cuando el VAR llamó al árbitro José Luis Munuera para que revisara si su tarjeta amarilla a Azpilicueta por una patada en la pantorrilla de Raphinha no era merecedora de la expulsión. Pero el referí se mantuvo en su decisión, no modificó la amonestación. De todas maneras, el Atlético se quejó contra Munuera cuando se empezó a cargar de tarjetas amarillas. Una a De Paul por un pisotón a Raphinha, otra a Julián por agarrar de la camiseta a Yamal y, ya en el segundo tiempo, una más a Molina por una entrada sobre García.
Musso le había tapado el 2-0 a Raphinha y Simeone se desesperaba para que terminara el primer tiempo porque el 0-1 le dejaba margen para intervenir en el descanso e intentar una reacción. Metió mano en la formación con tres ingresos al mismo tiempo: Galán por un Reinildo que había padecido con Yamal, el noruego Sorloth para que hiciera de tanque en el área, y Lenglet por su hijo Giuliano para reorganizar la defensa.
Las variantes tuvieron efecto. Levantó el nivel De Paul, que le puso una pelota en cortada a Sorloth, cuyo zurdazo dio en la parte exterior de la red. Atlético había generado la situación que no pudo en todo el primer tiempo. Había nuevas noticias, cambiaba el desarrollo. Atlético tenía otro ímpetu, mientras Musso le ganaba otro duelo a Raphinha en un contraataque. Ingresó Nahuel Molina para jugar más de volante-extremo que de lateral.
Simeone mandó a Musso a cabecear dos centros en tiempo de descuento. Nada le alcanzó al Atlético, que en unas pocas semanas pasó de protagonista a espectador de las definiciones de los títulos de la temporada.