El concejal, Javier Pizzolito, se refirió a la nocturnidad, sumando así otra evaluación sobre el tema: “Yo creo que se hizo, en términos generales, algo muy parecido a lo que teníamos un poco más formalizado. Se eligió un rumbo para la noche de Pinamar que no dista demasiado a lo que había y es lo que se aprobó en el concejo. Yo siempre pienso que las ordenanzas cuanto más completas más ponen en jaque a los sistemas de fiscalización y en todas partes sucede lo mismo”.

De esta manera es lo que determina el fracaso o no de una ordenanza que puede quedar en el olvido y nunca aplicarse. Una de las claves es la cantidad de agentes municipales que se convoquen para hacer efectiva la norma.

Pizzolito entiende, aplicando su lógica, que si la misma ordenanza se aplica, esta se autofinancia y por supuesto, se asegura su sobrevida.

Para el concejal, la nueva ordenanza aparece como un síntoma de reorganización de la noche, cuando en realidad lo que se hizo fue ordenar lo que ya estaba.

“Puede haber alguna diferencia con los salones de fiestas, con esas que se realizan en la playa. Como ser un cumpleaños que termina siendo una fiesta donde hay 400 personas”, refiere.