Jueves 25 de Abril de 2024







Tenía 86 años Murió Carlos Timoteo Griguol, el DT que marcó con sus enseñanzas al fútbol argentino

“El Viejo”, como se lo conocía desde que tenía 50 años, marcó una época. Fue campeón con Rosario Central, Ferro Carril Oeste y River. Y dejó su huella enorme en Gimnasia y Esgrima La Plata. Un maestro inigualable.


Carlos Timoteo Griguol, uno de los más grandes directores técnicos de la historia del fútbol argentino, murió este jueves a los 86 años por complicaciones respiratorias. Falleció en el Sanatorio Los Arcos, donde estuvo internado durante varias semanas.


La información fue confirmada minutos antes de las 8 de este jueves por Víctor Marchesini, quien trabajó en Gimnasia con Griguol y es una persona muy cercana a la familia.


"Se nos fué Timo. Gracias por todo Viejito, imposible no tenerte presente minuto a minuto. Te voy a extrañar. QEPD", escribió el ex futbolista en su cuenta de Twitter.







"El Viejo", como se lo conocía cariñosamente en el ambiente, había sido internado por una pulmonía en el Sanatorio Los Arcos del barrio porteño de Palermo. Con problemas de salud, se había alejado de la vida pública en los últimos años. Pero su huella permanece indeleble con un montón de jugadores que aprendieron a jugar y a vivir gracias a sus enseñanzas. Y con una enormidad de anécdotas que dejó desde sus épocas como futbolista hasta su esplendor como entrenador.


Todavía se estaba secando, después de haberse dado una ducha como si hubiera jugado. El vestuario era una zona franca por donde transitaban futbolistas, representantes, allegados y periodistas. “¿Por qué a un equipo como el suyo, que practica tanto los córners y tiros libres, le cuesta hacer goles de pelota parada?”, se atrevía un cronista, camisa de mangas cortas dentro del pantalón, cinturón de hebilla ancha y mocasines pobremente lustrados. “Porque necesitás sincronizar a los que cabecean con los que ejecutan. Y eso lleva tiempo”, explicaba Griguol con una paciencia y una vocación docentes que hoy se extrañan.


“Además, te pregunto a vos, ¿cuántos entrenamientos viniste a ver a Pontevedra para decir que nosotros practicamos mucho la pelota parada?”, retrucaba el director técnico, ya calvo, sin perder esa tonada de sierra (nacido en Las Palmas, provincia de Córdoba, el 4 de septiembre de 1934) que no le cambiaron sus casi seis décadas de residencia porteña.


El diálogo se repetía cada dos semanas en el viejo vestuario local de Ferro, donde El Viejo (era El Viejo a los 50 años) replicaba con argumentos y humor a quienes le tecleaban críticas desde las viejas máquinas de escribir. “¿Por qué mi equipo tiene que jugar como ustedes quieren y no como yo creo que le va a ir mejor?”, decía, palabras más o menos, el hombre que puso a Ferro al nivel o encima de Boca y River en los albores de la década del 80. Y con muchos menos recursos: es cierto que en Caballito asomaba el Beto Márcico, uno de sus hallazgos, pero los grandes se habían gastado la que no tenían para incorporar a Maradona y Kempes, nuestros ases mundialistas.


Timoteo fue un centrojás (pronunciación lunfarda del centre half, centro medio de antes) con el estilo de Ángel Perucca, Néstor Raúl Rossi o Antonio Ubaldo Rattin, los que marcaron época en el puesto durante las décadas del 40, 50 y 60. Metía, ubicaba tácticamente a sus compañeros y tenía llegada al gol.


En un Atlanta que siempre complicaba a los más fuertes, fue compañero entre otros de un arquero que haría historia (Hugo Orlando Gatti), de un defensor que fue símbolo del club (Rodolfo Carlos Bettinotti) y de un delantero que rompería redes en toda Sudamérica (Luis Artime).











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