El partido levantó temperatura. Mucha tensión, diálogos picantes entre los futbolistas y algunos de ellos con los entrenadores adversarios, los reclamos furiosos para que sea expulsado Florian Wirtz y, tras una falta a Giuliano Simeone, el que vio la roja fue Piero Hincapié, que había marcado el 1-0. Así, quedaron ambos con 10 jugadores para los últimos 15 minutos. Lejos de ser un negocio el 1-1, apostaron al golpe por golpe.
El festejo apiló a casi todos cerca del banderín del córner. Incluso a Diego Simeone, el DT, que corrió desde el banco para sumarse a los abrazos en una montaña de jugadores, incluyendo a los suplentes. Y lo reemplazó enseguida para que desde los cuatro costados del estadio lo ovacionaran.
El muchacho que ya ganó todo lo que jugó, desde los torneos argentinos y la Copa Libertadores con el equipo millonario hasta el Mundial de Qatar 2022 y dos Copa América con el seleccionado, quiere más. Mucho más. Dejó el City multicampeón en agosto pasado casi en forma repentina, cuando parecía el niño mimado de Pep Guardiola, y escapó a la crisis inesperada del gigante inglés. Lo miraron de reojo una y otra vez en sus primeros pasos en Atlético de Madrid. Esos murmullos y reproches ya pocos lo recuerdan. Los cambió por aplausos.
“Vine para jugar, para intentar ayudar y para crecer como jugador y como persona”, dijo en la noche de Madrid, cuando ya iba camino a los vestuarios y lo rodearon los periodistas con sus micrófonos. Abrigado con un camperón azul, en sus manos tenía el trofeo de mejor jugador que le entregaron antes de abandonar el campo. En los números, había llegado a los 16 goles en 31 partidos, una estadística que refleja sus primeros pasos en el ciclo, pero quedaba en segundo plano ante la magnitud de lo vital que eran estos tres puntos para Atlético en este torneo.
“Sabíamos que iba a ser un partido difícil, ante un gran rival; se puso más complicado cuando nos quedamos con uno menos en el primer tiempo y el gol de ellos nos golpeó un poco. Pero nos juntamos en el entretiempo, nos dijimos que teníamos que salir fuertes todos juntos, seguir con nuestro plan de juego y se iba a dar las cosas”, analizó un Julián optimista, como siempre.
A cinco meses de su debut en el Aleti, hoy parece que hubiera jugado ahí toda su vida. Interpretó las necesidades del equipo, respondió a la intensidad que se le pide desde el cuerpo técnico y encontró los minutos de juego que reclamaba en el City. Y se convirtió en una pieza clave para el Cholo, que este martes lo ubicó como titular junto a otros compatriotas, los también campeones del mundo Nahuel Molina y Rodrigo De Paul, y Giuliano, el tercer hijo del entrenador. Cerca del final, Correa se unió desde el banco de suplentes, donde además estuvo Juan Musso.
“Cuando pensamos en Julián nos ilusionábamos con esto. Tiene una jerarquía increíble, presente y un futuro mejor todavía. Ojalá podamos ayudarlo como cuerpo técnico y que siga con esa humildad para correr, pelear, hacer goles... Eso le dejará un gran lugar en el club”, describió Simeone, exultante por la recuperación de su equipo. En tres días, maquilló la pérdida de la punta en la Liga de España.
Tras haber caído por 1-0 en su visita a Leganés el sábado por el certamen español y haber interrumpido una serie de 15 triunfos seguidos, su mejor racha histórica, el conjunto español fabricó enseguida su relanzamiento. Antes que un bajón anímico pudiera poner en riesgo la clasificación a la siguiente instancia en la Champions League, apeló a la reconstrucción tras el entretiempo ante Bayer Leverkusen, con Exequiel Palacios enfrente. Y el éxito lo catapulta provisoriamente al tercer puesto, con 15 puntos, en la zona de ascenso directo a los octavos de final, a una fecha del cierre de esa etapa. Y se permite soñar. Con Julián Álvarez como abanderado.